Mural

Fantasías Oníricas

«Son símbolos muy simples que apuntan más o menos a lo mismo. Al amor, la protección hacia los niños, la paz. Y producto de eso surge el rasgo de felicidad y plenitud que se percibe en todas las otras figuras». Así resume, el pintor local radicado en España, Sergio Martínez, la simbología de su última producción, un mural de seis por seis metros, ubicado en el frontis de nuestro Colegio. Un fresco lleno de alegorías, alegría, niños y símbolos evidentes (el uniforme escolar, las insignias, el delantal a cuadrillé de la infancia) unidos a conceptos mitológicos, como hembras protectoras y ángeles coronando el cielo.

La historia del mural (que no tiene nombre y que seguramente será bautizado por un concurso entre los niños del colegio) se remonta al año 2000, cuando un grupo del Centro de Padres, se puso en contacto con Martínez, quien era apoderado, con el propósito de pintar un mural. «El trabajo no fue continuo. De hecho, el 2002 no pinté nada. Podría resumir mi intervención a dos temporadas, las primaveras del 2001 y del 2003», cuenta el autor plástico hiperrealista.

 

El mural fue plasmado en un muro «al que tuvimos que picar, porque tenía diferentes niveles. Se hizo un sólo paño, nuevo (con apoyo de técnicos de cementos Biobío) revestimiento en el que privilegiamos la limpieza de la arena, la elasticidad de la capa del muro», explica Sergio Martínez.

Se trabajó con óleo «porque es la técnica que me es más familiar, pero luego sufrió una modificación», explica el pintor. «Tradujimos (no encontramos en español) libros rusos, estuvimos estudiando tres técnicas que emplearon ellos para pintar la mayoría de sus murales en San Petersburgo hace 500 años, a fin de contar con todas las garantías de preservación», señaló el autor. Así pudo plasmar, tranquilamente, sus imágenes, «aquellas que acompañarán a los niños en sus sueños».

 

Esta es la primera vez que Sergio Martínez trabaja en un mural. «Me pareció terrible, sufrí mucho. Fue súper complicado, sabía que tenía miedo a las alturas, pero en el minuto me di cuenta de que era más…» cuenta riendo, con algo de seriedad. Hasta el momento de comenzar, su pintura más grande era un lienzo de 1 metro 60 por tres metros 20, pero «es mucho más cómodo pintar en tu taller: si quieres Pintar la parte de abajo de la tela, la levantas; no tienes que treparte ni bajar para verla. Igual la sensación de estar frente al muro es muy superior a la sensación de estar frente a la tela. Me quedo con ganas de trabajar en murales. Quizás no mañana…”, concluyó Martínez.

                                                                             

 

Citado de “El Sur”, jueves 12 de febrero de 2004.

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